Uno de los preferidos de El entorno es sin dudas Beto. Recalar allí en México 4370, a metros de donde hace 93 años el cura Lorenzo Massa fundara San Lorenzo de Almagro, es una experiencia que une a la gente. A pesar de el fanatismo riverplatense de su dueño, la impronta cuerva se respira en el ambiente.
El restaurante atendido por sus propios dueños, Luis, hijo, mozo y consejero de lo bueno por comer. No está mal dejarse llevar por su intuición y pedirle que él elija la comida. Sabe hacerlo en su medida y armoniosamente. Su madre, infaltable en la cocina, es la llave del mágico mundo de la comida.
Un lugar sencillo con fotos de glorias del futbol en sus paredes y de los grandes equipos de nuestra historia, en Beto la TV, reina de toda la tecnología hallable en el boliche, está en un rincón prendida dando preferencia a algún partido de futbol. Para nuestro beneplácito, jamás se encontrarán allí con TN y sus falsos profetas electrónicos.
La comida, cuyo listado saben de memoria los clientes, casi todos habitúes, es excelente. Platos sencillos que permiten recuperar el sabor, color y aroma de la comida casera. Para entrar siempre son indispensables los buñuelos de acelga y la chambota, ese salteado con base de berenjenas y morrones que está condimentado en el justo punto para no agredir con los picantes. El matambre, las patitas de chancho y los zapatillos rellenos pueden ser alternativas perfectas. Pero las estrellas del lugar son las pastas: los fucili al fierrito y los ravioles o los agnolotis – las pastas rellenas pueden variar – que acompañadas de salsas diversas, incluido estofado, son preparadas a mano siguiendo tradiciones ancestrales jamás reveladas. Más allá de los tradicionales tuco, pesto o crema, recomendamos los fucili con brócolli o con garbanzos - IMPERDIBLES -. En ciertas crudas noches invernales, el mondongo o el guiso de lentejas, son el mejor abrigo que uno puede echarle al cuerpo.
Los postres también merecen un reconocimiento especial: Además del flan casero y el budín de pan, son especiales las natillas, el arroz con leche y el tiramisú.
Beto, reune todas las condiciones de un boliche de barrio de esos inolvidables, de los que guardan nuestro propio olor en alguno de sus rincones. Y de esos que de generación en generación (con ocurre con ellos, que vienen desde años atrás) se atesoran como parte de nuestra familia.
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