A propósito del debate que se instaló por el nombramiento de Ricardo
Forster al frente de una nueva secretaría en el ministerio de cultura, son
muchos los motivos por los que apoyamos la medida.Resumimos nuestro pensamiento en uno. La
historia de la Secretaría de cultura de la nación (ahora ministerio), no tanto
en su estructura funcional, sino en tanto el imaginario colectivo, remite
centralmente a la producción artística, a su promoción a lo largo del país. Lo
fundacional de la idea de cultura nacional está en aquella vieja idea de la
cultura elevada, institucional. La modernización llegó y la política cultural se
hizo recital gratuito y masivo. Pero en ningún momento se quebró esta relación
monolítica entre cultura y producción artística. En la creación de la secretaría
hay un sentido político que propone caminos nuevos en las funciones del
ministerio. Esta es una decisión política. De política cultural. El ministerio
de cultura es también el espacio propicio para la promoción del pensamiento. Ya
no se trata de promover la industria del libro o del cine o de la música, las
escénicas o las visuales. Todas ellas, según nuestra concepción, son formas del
pensamiento. Se trata de promover el pensamiento como una práctica de cultura.
Un pensamiento que no solo se desarrolla en los espacios institucionales
estancos, sino que adquiere formas diversas. El pensamiento académico,
formalizado en textos, pero también el pensamiento que surge de las expresiones
estéticas, el pensamiento que se produce en colectivos sociales o en los
infinitos grupos con identidades concretas que producen discursos de diversos
órdenes. El pensamiento poético. Dar espacio y cauce a esas formas de
pensamiento, ponerlas en conflicto, contraponerlas, darle al pensamiento
estético el mismo estatus que el texto escrito formalizado, son tareas que solo
desde el ministerio de cultura pueden llevarse adelante. No se trata de ordenar
los textos, clasificarlos y archivarlos. Se trata de permitir una relación
dialéctica entre la idea de la cultura como ministerio y la idea de la cultura
como producción de múltiples orígenes y sentidos. Es en esa relación que debe
funcionar esta máquina imperfecta de voces que suenan, resuenan y producen
nuevos sonidos.
Algunos de los que critican esta nueva secretaría seguramente
prefieren un ministerio que se limite a otorgar subsidios a la producción de las
artes, realizar recitales públicos masivos y gratuitos y cumplir con enviar las
delegaciones nacionales a las bienales, muestras o festivales que suelen ocurrir
en el mundo. Esa es la tradición que organizó la cultura en nuestro país desde
la lógica de las elites. Nunca se le asignó a la cultura la función de promover
el pensamiento. Al menos de forma autoconciente. En alguna medida la creación de
esta secretaría pone en conflicto el centro de las políticas públicas en materia
de cultura.
En un programa dedicado a libros
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