De gallos y tragedias en Bajo el Volcán
El el marco del 23 Festival internacional de cine de Mar del Plata, en la sección de competencia oficial latinoamericana, se presentó la película "Gallero" de Sergio Mazza.
En ella se cuenta la historia de dos personas. Mario es un hombre solitario, vive en el desierto de Andalgalá, en Catamarca. Cría gallos de riña. Alicia vive sola en una vieja casa, casi detenida en el tiempo (no descuidada, conservada como si fuera entonces, un entonces que incluso es anterior a ella misma). Se conocen y desde un comienzo su relación adquiere un desarrollo que parece inexorable. Cada uno cumple el rol que le es dado. La película es el camino a un final anunciado (aunque Mazza abra puertas en lugar de cerrarlas)
“Gallero” puede emparentarse con la tragedia griega. Lo inexorable no es aquí un mandato explícito. Su origen no es divino. Lo inexorable proviene de la cultura y naturaleza. La integración de la naturaleza como constructor de subjetividad, como sobre determinanate para las personas, es esencial para entender esta construcción. Mario y Julia saben que tendrán un encuentro, pero ese encuentro es lo prohibido. Desde entonces la naturaleza de a poco va cargandose de tensión, expresando paulatinamente la fatalidad. Julia sabe que debe cumplir su rol de mujer de un lugar y una cultura. Pero también debe responder a aquello que su casa atesora. En esa contradicción, que Mario entiende y acepta, está el centro del conflicto.
Mazza no hace explícito nada de esto. Cuenta con notable sutileza. Aprovecha el paisaje para cargar de sentidos su película. Construye cada cuadro con una solidez plástica notable, siempre evitando el preciosismo (en tanto gesto inútil). Declaró el director que buscaba una belleza comparable a la propia del cine japonés. Sin embargo lo que en aquel es placidez, aquí es tensión. La diferencia central es parte de la noción de la muerte en ambas culturas. Si la naturaleza impone lo absoluto y lo infinito y lo abierto, la muerte (tan anunciada) que es dolor en occidente, es continuidad y trascendencia en oriente.
Emparentado claramente con el cine de Favio (y no solo por la obvia presencia de galleros aquí como el Aniceto), la película está jalonada por íconos profanos que relatan lo que fue o no, lo real o lo onírico, cargando de sentidos la totalidad del film. Las actuaciones de Almada y Zerbini son cuidadas, contenidas, ajustadas perfectamente al tono propuesto por Mazza. Este joven director demuestra con esta película, segunda después de la muy buena “El amarillo”, un conocimiento cabal de diversas formas del arte y del relato. Será cuestión de seguirle los pasos.
Pudimos realizar una extensa y muy interesante entrevista con el director, que a continuación pueden escuchar
(Programa emitido el 19 de Noviembre de 2008) - Escuchar nota completa
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